El consumo de bebidas alcohólicas es algo que ha existido desde antaño y no se puede erradicar de un plumazo, ya que está arraigado a nuestra cultura, a nuestra sociedad, y lo asociamos constantemente a “fiesta” o “celebración” o “diversión”.
No es cuestión de prohibir su consumo para evitar los problemas sanitarios y sociales derivados de su abuso, cada uno es libre de tomar la decisión que considere oportuna, beber o no alcohol en cantidad y frecuencia que guste, es una responsabilidad individual.
Sin embargo, hay que fomentar el consumo responsable con la finalidad de que “nosotros dominemos al alcohol” y no al revés, “el alcohol nos domine a nosotros”.
El alcohol es una droga legalizada que produce adicción. Si cada vez se necesita más cantidad para tener los mismos efectos, estamos hablando de tolerancia y dependencia (física y psicológica). Si se suprime su consumo presenta síndrome de abstinencia.
En España, la forma de consumo se asemeja a la de países anglosajones, sobre todo entre jóvenes con el famoso “botellón”, siendo como un inicio obligado a la posterior juerga del fin de semana, a través de la ingesta de bebidas de alta graduación (con el peligro de llegar más fácilmente al abuso o embriaguez, e incluso, al coma etílico).
Las consecuencias a corto plazo del abuso de alcohol son:
- Las típicas “borracheras”, padeciendo dolor de cabeza, naúseas, vómitos, mala coordinación, pérdida de control sobre sus actos y la “resaca” del día siguiente.
- Aumento de accidentes de tráfico, que constituye la primera causa de mortalidad entre los jóvenes de 18 a 25 años.
- Aumento de los jóvenes que padecen enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados, ya que el consumo excesivo facilita el comportamiento desinhibido y el olvido en tomar las precauciones oportunas a la hora de mantener relaciones sexuales.
- Violencia y actos vandálicos en las zonas de concentración, por la ausencia de personas adultas que controlen el consumo y el comportamiento de las personas bebidas.
No es cuestión de prohibir su consumo para evitar los problemas sanitarios y sociales derivados de su abuso, cada uno es libre de tomar la decisión que considere oportuna, beber o no alcohol en cantidad y frecuencia que guste, es una responsabilidad individual.
Sin embargo, hay que fomentar el consumo responsable con la finalidad de que “nosotros dominemos al alcohol” y no al revés, “el alcohol nos domine a nosotros”.
El alcohol es una droga legalizada que produce adicción. Si cada vez se necesita más cantidad para tener los mismos efectos, estamos hablando de tolerancia y dependencia (física y psicológica). Si se suprime su consumo presenta síndrome de abstinencia.
En España, la forma de consumo se asemeja a la de países anglosajones, sobre todo entre jóvenes con el famoso “botellón”, siendo como un inicio obligado a la posterior juerga del fin de semana, a través de la ingesta de bebidas de alta graduación (con el peligro de llegar más fácilmente al abuso o embriaguez, e incluso, al coma etílico).
Las consecuencias a corto plazo del abuso de alcohol son:
- Las típicas “borracheras”, padeciendo dolor de cabeza, naúseas, vómitos, mala coordinación, pérdida de control sobre sus actos y la “resaca” del día siguiente.
- Aumento de accidentes de tráfico, que constituye la primera causa de mortalidad entre los jóvenes de 18 a 25 años.
- Aumento de los jóvenes que padecen enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados, ya que el consumo excesivo facilita el comportamiento desinhibido y el olvido en tomar las precauciones oportunas a la hora de mantener relaciones sexuales.
- Violencia y actos vandálicos en las zonas de concentración, por la ausencia de personas adultas que controlen el consumo y el comportamiento de las personas bebidas.
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